Dada la situación actual de fuerte presión antrópica, en cuanto a usos de suelo se refiere, las formaciones vegetales maduras y/o biodiversas (con capacidad estabilizadora en ecosistemas) son cada vez más escasas en el territorio, quedando prácticamente reducidas a zonas amparadas bajo protección legal, márgenes fluviales, linderos, acantilados costeros, terrenos inaccesibles…

 

Frente a este escenario de grave degradación ambiental, los grupos faunísticos más sensibles a la alteración y/o pérdida de hábitats son los primeros en dar la voz de alarma. Entre ellos destaca uno especialmente vulnerable: bajo la Clase Insecta, el Orden Lepidoptera (mariposas, pavones, polillas y esfinges, entre otros). En general presentan una gran especificidad, al ligar sus ciclos vitales a los de especies vegetales concretas; de ahí su aptitud como excelentes bioindicadores.

Este taxón viene sufriendo un acusado declive poblacional en toda Europa desde que se tiene registro. El cambio en los usos de suelo se señala como causa principal (intensificación agrícola y abandono de los pastizales de montaña y zonas húmedas). Un hecho que quizás pudiésemos considerar ajeno se traduce en una pérdida dramática, no sólo de mariposa diurna, sino de la biodiversidad de las praderas europeas en su conjunto como síntoma de un paisaje simplificado.

Atalanta (Vanessa atalanta) en sus 2 fases vitales características: inmaduro sobre la ortiga (Urtica urens) como planta nutricia, e imago sobre el durillo (Viburnum tinus) como nectífera.

El empleo sistemático de especies vegetales foráneas en nuestras ciudades está más que normalizado dentro del marco de sociedad globalizada. Pero, ¿realmente cumplen todas las funciones ecológicas que deberían para el lugar que ocupan? Ante la pérdida de hábitat, muchas especies acuden al entorno urbano en busca de un nicho ecológico recién abierto. Es común el efecto embudo para adultos migrantes que no suelen prosperar por falta de recursos cruciales.

 

Al incluir naturaleza en el mosaico urbano adoptamos la responsabilidad de darle un tratamiento ejemplar, escogiendo con mimo cada especie, y ubicándola con precisión, para así procurar la máxima expresión de su potencial como individuo aislado, y como elemento del ecosistema. La vegetación que nos resulta atractiva es con frecuencia afuncional para la fauna silvestre urbana.

Un reemplazo masivo de la flora autóctona por cultivares ornamentales en ámbito urbano y periurbano degenera en comunidades biológicas asociadas pobres y homogéneas, con serias implicaciones sobre niveles tróficos superiores, como ocurre con mariposas, murciélagos y aves.

Especie de clavel silvestre (Dianthus sp.) y cultivar ornamental, afuncional para polinizadores.

Paisajistas, arquitectos e ingenieros con competencias de diseño en jardinería y paisajismo, junto a particulares y gobernantes con poder de decisión sobre elección de especies vegetales, deberían tomar consciencia de la verdadera repercusión de sus intervenciones sobre el medio. Las plantas ornamentales alóctonas, invasoras o no, reducen la biodiversidad a escala de paisaje.

 

Extrapolando los mismos principios de diseño para la infraestructura ecológica que se emplean en agricultura, podríamos lograr una jardinería inclusiva con la fauna y consecuente su entorno. Actualmente existen listados de plantas que tienen en cuenta a grupos faunísticos tales como aves, abejas, mariposas, micromamíferos e incluso anfibios. Fundamentalmente contemplan hábitos alimenticios y reproductivos, favoreciendo el establecimiento de poblaciones locales: árboles y arbustos idóneos para la nidificación y/o alimentación de aves, palustres y algas adecuadas para la ovoposición de anfibios, plantas melíferas como sustento de abejas solitarias y abejorros, y, como novedad, se está avanzando mucho con nutricias y nectíferas de mariposas.

Araña cangrejo (Thomisus onustus) depredando una blanquiverdosa rayada (Euchloe belemia) y gorrión común (Passer domesticus) alimentándose de un pequeño insecto, ecología urbana.

La actual jardinería globalizada podría aspirar a algo más que a una arquitectura vegetal hedonista basada en el último cultivar holandés de moda, en un intento forzado por ordenar la naturaleza. España esconde la mayor riqueza florística de toda Europa y probablemente la mayor incultura botánica… En algún punto del camino perdimos un referente sano de nuestro propio paisaje, quizás una vuelta por la sierra, costa o ribera de vez en cuando nos haga recordar.