PISCINAS NATURALIZADAS

En una piscina naturalizada la depuración del agua se realiza por medios naturales, al igual que en un curso fluvial: plantas acuáticas, flotantes y emergentes, bacterias y otros microorganismos beneficiosos intervienen en el proceso.

En estas piscinas se hace innecesaria la adición de cloro o cualquier otro desinfectante químico, también quedan excluidos aquellos procesos basados en luz ultravioleta, ultrasonidos o similares, de modo que la sensación es la de sumergirse en un río o estanque en plena naturaleza.

Entre sus ventajas frente a las piscinas convencionales o las de agua salada, podemos destacar la ausencia de alergias ni alteraciones en piel, ojos y mucosas, una integración total con el entorno, el bajo coste energético, la sostenibilidad inherente al sistema o el ahorro de agua (sólo se reponen las pérdidas por evaporación, ya que no es necesaria su renovación integral como ocurre con las piscinas convencionales). La superficie mínima de construcción se estima en 40 m²  donde la mitad quedará ocupada por el área de regeneración o filtro biológico. La profundidad mínima recomendada para la zona de nado es de 2 m, aunque se puede disminuir para las zonas infantiles, soláriums semisumergidos y demás elementos de transición en las orillas. El biofiltro se inspira en la dinámica que ocurre en los arroyos de montaña de aguas cristalinas, donde existe un lecho poroso para el desarrollo de poblaciones microbianas junto a las formaciones de palustres o macrófitas en un complejo equilibrio bioquímico que servirá como amortiguador ante perturbaciones que pudiesen afectar a los parámetros de calidad de las aguas de baño.

En su conjunto, se recrea el hábitat ideal para la fauna auxiliar de nuestra piscina, como libélulas o caballitos del diablo que mantendrán a raya las poblaciones de mosquitos. Otros visitantes espontáneos, pero bienvenidos en nuestras piscinas, serán las especies de anfibios locales, ante el grave declive mundial que sufren.